lunes, 12 de marzo de 2012

UN DIA SIN EFECTIVO



A la mañana siguiente de una estupenda lunada, a la orilla de la playa, en compañía de gente linda, mucho alcohol y un final de furtiva pasión, mi entonces novio y yo nos despertamos faltando diez minutos para que el autobús que nos llevaría a una playa a media hora de  donde estábamos hospedados, partiera. Al darme cuenta de lo tarde que era le llame a su cuarto a una de mis amigas y le dije que le avisara a la persona a cargo del viaje que por favor nos esperaran diez minutos más, que no nos fueran a dejar. Rápidamente nos metimos a bañar y nos cambiamos en menos de 15 minutos. Salimos de la habitación disparados y rápidamente abordamos el elevador,  mismo del que también salimos volando hacia la entrada del hotel , en donde se encontraba el autobús. Al ir atravesando el lobby escuchamos como el camión se alejaba…
Pensando rápidamente en que podríamos alcanzarlos en un taxi, le llamé al guía a su celular, y… ¡Oh sorpresa! No tenía saldo en su celular, por lo que debido al cargo del roaming, pues no le entró la llamada, y lo mismo pasó con el número de mi amiga y el de las otras cinco personas a las que les marqué.
Cabe mencionar que era de vital importancia comunicarnos con cualquiera del grupo para saber hacia dónde dirigirnos, ya que no sabíamos el nombre de la playa a la que iríamos en ese último día del paseo. Sin más, nos arriesgamos a irnos a una que estaba más a menos al tiempo referido por el guía una noche antes, sin éxito alguno. El taxi nos salió carísimo y cuando nos dimos cuenta de que no estaban ahí, este ya se había marchado. Debido a que los días anteriores habíamos gastado como unos locos, y ya contábamos con el transporte de ese último día, ya solo teníamos para comer.
Al darnos cuenta de que no estaban ahí, decidimos quedarnos de todas formas. El problema fue cuando el intenso calor demandaba la ingesta inmediata de cerveza para aminorarlo. Las horas pasaron y obviamente también teníamos muchísima hambre. Compramos poquísima comida y chelas suficientes para  pasar todo el día allí. Hasta ese momento las cosas no pintaban tan mal, pero no fue sino hasta cuando decidimos pasar a comer antes de regresar al hotel, que descubrimos que no había un solo lugar en donde aceptaran tarjeta. Tierra de narcos, así que al fin y al cabo, todo mundo maneja efectivo para lo que sea. Luego de caminar como por 40 minutos sin éxito de hallar un restaurante en el que aceptaran tarjeta, decidimos buscar un cajero, mismo que tampoco apareció. Ya sin un cinco encima, paramos un taxi y le preguntamos que cuánto nos cobraba hasta el hotel y dijo una cifra exorbitante, misma que repitieron los siguientes tres taxistas a los que les hicimos la parada, así que pensamos: ” ¿Cuán lejos puede estar el hotel que no lleguemos caminando?”. Después de todo ambos éramos deportistas y teníamos calzado cómodo.
Luego de caminar durante dos horas consecutivas, al fin llegamos al hotel. Justo pedíamos la llave de nuestra habitación en recepción, cuando escuchamos llegar al camión en el que llegaron nuestros compañeros de viaje. Inmediatamente me dirigí hacia mi amiga para reclamarle por habernos dejado, aún a pesar de haberle avisado que nos esperaran. La respuesta que me diera a continuación sería lo que en realidad me crisparía los cabellos: “ Ya solamente faltaban tú y el moreno, así que Diana ( una vieja que me tiraba mala onda) le preguntó al guía que a quién estábamos esperando, a lo que yo le dije que a ustedes dos, y ella,  sin más,  le dijo al guía que se los acababa de encontrar en el elevador y que le habían dicho que ustedes tenían otros planes para hoy, que nos fuéramos ”.
Era evidente que lo hizo a propósito, y bueno, no les cuento lo que estaba a punto de pasarle unos minutos  después, ya que  venía bajando del camión muy reída  la muy descarada…


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